Si estas leyendo este artículo del blog, seguramente hayas echado antes un vistazo a la página. Por ello, no volveré a explicar quién soy, en que puedo ayudarte o en que consiste mi trabajo.

Permíteme que este humilde articulo vaya dedicado a mis compañeros de profesión. Ellos son los que realmente dan valor, respeto y dignidad nuestra profesión.

Al acabar la carrera de Derecho, decidí dedicarme a la Procura, principalmente por ser un oficio que conocía desde pequeña, sentirme familiarizada con él y creer que, dentro de mi abanico de posibilidades laborales desde mi posición de graduada en Derecho, la Procura sería la vía más fácil a la hora de obtener un puesto de trabajo. Craso error por mi parte, pues estaba subestimando el trabajo y el esfuerzo que conlleva ser Procurador.

El primer golpe de realidad fueron los dos años de máster. Creí que ya lo sabía todo acerca de esta profesión y que no podía conocer y estudiar más Derecho que el estudiado durante la carrera. El máster me puso los pies en el suelo y empecé a comprender que un Procurador debía ser un experto en derecho procesal.

Una vez colegiada, comenzó realmente mi experiencia como Procuradora profesional y me di el segundo golpe de realidad. Empecé con muchísima ilusión y expectativas. Pero mi trabajo además de dar alegrías da muchos quebraderos de cabeza. No era coser y cantar como yo pensaba.

Nos encanta nuestro trabajo, claro que sí. Pero vivimos atados a un sistema llamado Lexnet, del que más adelante os hablaré en otro artículo. Trabajamos 24/7, conciliamos a duras penas con nuestra familia. Vivimos atemorizados a caer enfermos o tener cualquier tipo de contratiempo médico, familiar o personal porque, ay de nosotros si eso ocurre y no podemos estar operativos. Trabajamos bajo una precariedad laboral, desde mi punto de vista, paleolítica en estos tiempos que corren.

Y por eso mismo, no puedo negar que siento una gran decepción y tristeza. Pero no por mi trabajo, sino porque con el tiempo y la poca o mucha experiencia que pueda tener, empiezo a percibir la falta de reconocimiento hacia mis compañeros, hacia su trabajo, y su dedicación. 

Pero, a pesar de todo esto, hubo algo que me sorprendió muchísimo para bien e hizo que todo lo que me rondaba por la cabeza desapareciese. Todos mis compañeros siempre estaban para cualquier problema, cualquier duda o cualquier dificultad que se presentará a otro compañero. Para lo bueno y para lo malo siempre remaban en la misma dirección. No dejaban a ningún compañero atrás. Y a pesar del olvido al que nos enfrentamos y de las amenazas que rodean nuestra profesión, siempre están al pie del cañón.

Creo que lo más bonito de mi profesión no es la profesión, sino sus profesionales. Los mismos que la ensalzan y la dignifican todos y cada uno de los días que le dedican su tiempo.

Gracias, COMPAÑEROS, por hacer que siga creyendo en mí, en nuestra profesión y en NOSOTROS.

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